28 nov 2016

GALERIA DE BUITRES CCCXXXI

Confidente policial, líder minero, evasor…
El truco final del 'capo' Villa
Guerra judicial y médica en Asturias para lograr que el exlíder del Soma-UGT declare por corrupción. Hablamos con los hombres que denunciaron a Villa cuando nadie se atrevía
Foto: José Ángel Fernádez Villa en la fiesta minera de Rodiezmo en 2011 (EFE)“En Asturias manda Villa”. Todo aquel que viviera o pasara por Asturias en los años ochenta y noventa escuchó alguna vez esa frase. En cenas familiares o en bares, dicha por izquierdistas o derechistas, con temor o con respeto, a gritos o por lo bajini..., no había afirmación que generara más consenso, como no había quien se atreviera a señalar que el rey Villa… estaba desnudo. En Asturias mandaba Villa, y punto.
Villa era y es José Ángel Fernández Villa (Langreo, 1943), todopoderoso líder del sindicato minero asturiano Soma-UGT durante 34 años (1979-2013), diputado autonómico, senador, miembro de la comisión ejecutiva federal del PSOE (1979-1993) y estrella habitual de la fiesta minera de Rodiezmo con la que los socialistas, de Alfonso Guerra a José Luis Rodríguez Zapatero, solían arrancar el curso político.  
Hasta que todo saltó por los aires hace dos años, pocos meses después de que se retirara de la primera línea política, cuando se descubrió que había regularizado 1,4 millones de euros en la amnistía fiscal de Montoro, lo que le valió el repudio del sindicato y del partido. El origen del dinero no gustaba a la Fiscalía Anticorrupción, cuya investigación apunta ahora hacia un enriquecimiento a base de dietas sindicales (las suyas y las de otros) y mordidas en obras —geriátrico del Montepío—  gestionadas por el SOMA.
Pero los tiempos judiciales son largos, y la espera se ha convertido en un sainete. Por un lado, la comisión parlamentaria sobre el caso Villa se cerró en Asturias al más puro estilo italiano, es decir, en falso, en otra demostración de que la mejor manera de enterrar un escándalo es montar una comisión parlamentaria.
Por el otro, Villa lleva atrincherado en su domicilio desde que estalló el escándalo; ni el Parlamento ni los jueces han logrado aún que declare, en una deriva que ha alcanzado ahora cimas berlanguianas, con Villa y su mujer entrando y saliendo del hospital alegando demencia y los tribunales enviando médicos a su casa a hacerle exámenes neurológicos tras sortear las maniobras dilatorias de su defensa. Una guerra médica que podría resolverse la semana que viene, cuando el Juzgado de Instrucción número 2 de Oviedo decida si puede o no declarar. ¿Estamos ante la última impostura de Villa o está realmente enfermonbsp;Parece que un poco de todo.
En medio de esta ceremonia de la confusión, hablamos con las tres personas que siempre sospecharon de Villa. Los que estuvieron clamando en el desierto durante muchos años. Asturias hace ahora leña del árbol caído, pero denunciar los trapicheos de Villa y su entorno fue una profesión de alto riesgo hasta hace poco tiempo.

El rey del 'ring'

José Ramón Gómez Fouz (Oviedo, 1952) pasó buena parte de la Transición pegando mamporros... gloriosos: fue dos veces campeón de Europa de boxeo de los pesos superligeros (1975). Tenía dinamita en los puños, y la sigue teniendo en las manos... cuando escribe: en 1999 dejó sonado a José Ángel Fernández Villa con 'Clandestinos', ensayo de investigación sobre la clandestinidad política en Asturias durante el tardofranquismo, donde desvelaba que Villa había sido confidente policial en las minas antes de convertirse en líder sindical.
Un doloroso gancho de izquierda a la mandíbula de Villa seguido de un derechazo directo a la cabeza: el libro también desmontaba el accidente laboral con el que Villa se había retirado prematuramente con una generosísima pensión. “Eran partes falsos. No existió tal accidente”, cuenta Fouz a este periódico. “No es que Villa mandara mucho, es que le temían. Era una especie de 'omertá', los tenía acojonados a todos, a la izquierda y a la derecha. Y lo suyo lo sabían todos, eh, lo sabían todos”, añade.
Méndez, Villa, Guerra, Zapatero y Pajín en Rodiezmo. (EFE) El rumor sobre los chivatazos policiales de Villa siempre había circulado entre la disidencia asturiana, pero fue Fouz el que lo demostró. “Había algo en su biografía oficial que era muy sospechoso. ¿Cómo es posible que tras ser expulsado de la mina en Hunosa encontrara trabajo en otra empresa estatal como Ensidesa? Muy fácil: le metió allí la Policía”, razona Fouz.
Gómez Fouz, hijo de un subinspector de la Policía Nacional, tenía documentación y fuentes de primera, como Claudio Ramos, jefe de la temida brigada político-social en Asturias, encargado personalmente de reclutar e infiltrar a Villa.
“Villa le contó a Claudio Ramos la situación en la que se encontraba, sin trabajo y Claudio Ramos le dijo que eso estaba arreglado, y le metió a trabajar como trenista en la mina Miravalles de su amigo Efrén, en La Colladona, convirtiéndose a partir de entonces en un extraordinario servidor del policía… Cuando había reunión de la CNT, la UGT u otra organización clandestina, Villa hablaba con Claudio Ramos y preguntaba si debía de ir. La respuesta del policía era siempre la misma: 'Claro, vete, así luego nos enteramos de todo'”, cuenta Fouz en el libro, que aporta informes de Villa a la policía escritos a mano por los agentes.
'Clandestinos' tenía fuerza suficiente como para tumbar a un elefante, pero no a Villa... Aunque Gómez Fouz mandó al sindicalista a la lona, no le dejó K.O.; entre otras cosas porque Villa recibió ayuda de los 'árbitros'. La prensa asturiana pasó de puntillas por 'Clandestinos'; Fouz lo tiene claro: si las revelaciones hubieran llegado a las portadas de los periódicos, “a Villa le echan”.
En el PSOE también prefirieron mirar hacia otro lado: “Un pez muy gordo del PSOE me reconoció que el día que salió el libro se presentó en la sede del partido, lo lanzó a una mesa delante de sus compañeros y dijo: 'Esto es todo verdad!'. Pues bien, no hicieron nada”, cuenta Fouz.  
Tampoco es que en la otra acera ideológica se hiciera demasiado por menear el asunto. Las relaciones entre Villa y Francisco Álvarez Cascos, líder histórico del PP asturiano y vicepresidente del Gobierno por entonces, siempre habían sido muy fluidas... “Villa, que era muy listo, tenía buenos amigos en la derecha. Y hasta aquí puedo contar...”, espeta Fouz. 
El mensaje de 'Clandestinos' se difundió subterráneamente y llegó a donde tenía que llegar: en la fiesta minera de Rodiezmo de ese año, donde Villa era el rey, el sindicalista fue silbado. ¿Por lo que contaba el libro? “Probablemente”, afirma el autor.
Otro misterio que merecería ser aclarado es lo fulminante de su caída: tres décadas de reinado volatilizadas en las menos de 24 horas que pasaron entre la revelación de ‘El País’ sobre su fortuna en el extranjero y el repudio del PSOE y el SOMA. “Lo que pasó es muy sencillo: el dictador tiene que morir en la cama o en el frente, si no se los comen vivos. Mira lo que le pasó a Pinochet cuando lo dejó...”.
Fouz asiste ahora al linchamiento de Villa con una mezcla de tranquilidad por el deber cumplido, perplejidad por la sobreactuación tardía de la sociedad asturiana —“cuando mandaba casi nadie abrió la boca porque son muy cobardicas”— y piedad hacia su ‘enemigo’: “Creo que no está tan enfermo como nos quiere hacer creer, pero sí está enfermo… y muy tocado. Su caída en desgracia fue un golpe muy fuerte para él: ninguno de los que estuvieron a sus órdenes, y que le debían tanto, salió a ayudarle. Eso sí, seamos justos: Villa también ayudó desinteresadamente a mucha gente con problemas”, remata un Fouz elegante en su tardía victoria moral a los puntos.

El periodista incómodo

Si fuera un animal en lugar de un periodista, Xuan Cándano (San Esteban de Bocamar, 1959) sería una mosca cojonera. Cándano, trabajador de RTVE, dirige la revista de investigación que se ha convertido en la bestia negra de los poderes institucionales y económicos asturianos, 'Atlántica XXII', que además de varias exclusivas sobre el enriquecimiento de Villa ha sacado informaciones calientes sobre el desahogado patrimonio inmobiliario de Javier Fernández, presidente del Principado y de la gestora del PSOE; o sobre los vínculos de Fernández con las tramas del carbón. 
“Es verdad que Villa está jodido hace tiempo. El problema es que sus males físicos han sido históricamente una farsa, como lo de su falso accidente laboral. Villa siempre ha sido un comediante, un actor de teatro y un farsante, por eso ahora resulta tan difícil de creer. Creo que no está bien y que ya no está para grandes teatralizaciones, pero que no te quepa la menor duda: está exagerando un poco otra vez”.
Y es que Villa ha utilizado muchas veces el comodín de la enfermedad. Su leyenda política se alimenta con historias como la siguiente: cuando se acercaba un congreso del SOMA, amagaba con abandonar alegando enfermedad, pero cuando alguien se ofrecía a sustituirle, Villa le cortaba la cabeza al advenedizo traidor y se postulaba nuevamente al liderazgo. Un monstruo del teatro político.
La gran paradoja de Villa es que el hombre al que temía media Asturias… vivía con miedo. Miedo a que descubrieran sus imposturas, miedo a la disidencia que no tragaba con sus métodos, miedo a casi cualquier cosa que se moviera. “Desde que se destapó el escándalo de su fortuna no volvió a salir de casa, pero es que siempre tuvo miedo escénico. Yo estaba el día que salió del pozo Barredo (Mieres) tras un encierro en las navidades de 1991: salió acojonado, y eso que lo hizo en olor de multitud, porque las corrientes mineras críticas habían hecho cuatro pintadas contra el”, aclara el periodista.
Su parte teatral se debía a un gran complejo de inferioridad y al temor a que se descubriera el fraude. Siempre ha sido un timo, desde que apareció en la mina de la mano de la brigada político-social. Y siempre ha sido muy miedoso, pero como estaba protegido por una guardia pretoriana, se venía arriba con facilidad: una vez me montó un pollo en el Musel [puerto de Gijón] delante de 200 mineros; pensé que me iban a arrojar al mar”,
“Los propios socialistas le acuchillaron; encabezados por Javier Fernández, que es hijo político de Villa. Yo lo comparé en un artículo con lo de Pujol en Cataluña. El régimen catalán se basaba en el nacionalismo y lo personificaba Pujol. El régimen asturiano se basaba en el movimiento obrero y lo personificaba Villa/el SOMA. En ambos casos teníamos rey desnudo, una 'omertá' y una red clientelar que tapaba bocas. Las prejubilaciones mineras convirtieron a Villa en el caudillo, nadie cuestionaba nada y todo el mundo miraba hacia otro lado. Su poder llegaba a todos los lados: caja de ahorros, gobierno autonómico, ayuntamientos, medios de comunicación y chiringuitos varios. Villa logró la paz social con argucias, y Asturias pagó un precio terrible. El SOMA que aún sobrevive y el gobierno de Javier Fernández vienen de esa cultura, la villista, la cultura de la opacidad, la falta de transparencia, el amiguismo, y el clientelismo. El actual PSOE asturiano está hecho a imagen y semejanza de Villa, y me temo que sus figuras no se pueden reciclar”, resume el periodista.
A Cándano le de la risa floja cuando se le recuerda el prestigio que tiene ahora Javier Fernández a nivel estatal. El ascenso de Fernández por el socialismo asturiano —director regional de minas, consejero de Industria, etc.— contó siempre con el apadrinamiento de Villa. Cuando se convirtió en el líder de la gestora del PSOE, los periódicos de Madrid se hartaron de usar la siguiente muletilla: “Javier Fernández, el referente moral del PSOE”. “Yo me parto de risa cada vez que lo escucho”, zanja Cándano.

El sindicalista huracanado

Antón Saavedra (Morena de Aller, 1948) es lo que en Asturias se conoce como un paisano. Grande, tocado con boina y con la fuerza de un huracán cuando brama contra la corrupción. Curtido en la mina y en la militancia  antifranquista, Saavedra fue secretario general estatal de minería de la UGT (1978-1990), hasta que se enfrentó con Villa —choque de trenes nucleares—, salió tarifando del entorno SOMA-UGT-PSOE y se convirtió en el azote del poder progresista asturiano —recuerden: el PSOE ha gobernado la autonomía durante 32 de sus 37 años de vida—, como indica el título de su (incendiario) último libro: 'Villamocho. La corrupción en el sindicalismo minero'.
Antón Saavedra en la comisión parlamentaria del caso Villa (EFE)“La enfermedad de Villa es una obra de teatro, una tragicomedia, nada fuera de lo normal: a los que le conocemos desde los setenta ya no nos sorprende nada. En momentos difíciles siempre recurrió a una enfermedad… inexistente. Es una obra circense de su entorno para enmarañar el caso; por una razón muy sencilla: lo que se descubrió hasta ahora es la calderilla. Los fondos mineros movieron miles de millones de euros. Todo esto no ha sido obra de una persona. El pájaro Villa ponía y quitaba presidentes autonómicos y presidentes de cajas de ahorros, así que, como es lógico, hay mucha gente que tiene miedo a que cante”, cuenta Saavedra a El Confidencial.
La frase clave aquí es “todo esto no ha sido obra de una sola persona”,  lo que explicaría en parte la fulgurante caída de Villa. ¿Está jugando Villa el papel de chivo expiatorio?
“Claramente sí. El modo en que le eliminaron fue extraño por lo acelerado, con Javier Fernández, hijo político de Villa, jugando un papel destacado. Villa no tuvo tiempo a decir esta boca es mía. ‘El País’ sacó la información sobre el dinero de Villa pocas horas después de que el entonces ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, se reuniera en Asturias con Javier Fernández, en una visita gestionada de la noche a la mañana. ¡Anda, qué casualidad! Que Villa es ahora el chivo expiatorio está claro, otra cosa son sus responsabilidades penales, que son un taco, pero es que sus 1,4 millones de euros son la calderilla, lo que estaba a mano para funcionar en el día a día. Hay muchas más mordidas por investigar”, asegura Saavedra. 
Por donde pasaba Antón Saavedra en los noventa, no crecía la hierba; hasta el punto de popularizarse una expresión entre los villistas para deslegitimar sus denuncias sobre las tramas negras del carbón: “Eso son cosas de Saavedrona”. Pero resultó que “el loco” de Saavedrona tenía razón. Saavedra es, en definitiva, la némesis de Villa, su archienemigo histórico. “Villa era el virrey y el cacique número uno, así que el enfrentamiento lo viví como gato panza arriba. Los medios asturianos lo vendían como un enfrentamiento personal Villa/Saavedra, y esa no era la cuestión, sino la liquidación de la minería y de las comarcas mineras. El pájaro de Villa se prestó a la misma, y yo no, así que yo era el que sobraba. La gente me para ahora por la calle y me dice ‘¡cuánta razón tenías, Antón!’, y a mí qué me importa haber tenido razón si las minas están cerradas y las cuencas son un erial”, zanja.  
Villa lideró el sindicato que gestionó gran parte de la lucrativa derrota del movimiento obrero asturiano. O cuando el polvorín social generado por la reconversión industrial se canalizó vía multimillonarias ayudas públicas y prejubilaciones mineras; que resultaron ser pan para hoy y hambre para mañana.
A principios de los años cincuenta, con la industria a todo gas, Asturias era una de las regiones más ricas de España. Medio siglo y varias crisis y deslocalizaciones después, Asturias busca reinventarse y salir del agujero en medio de un clima político enrarecido; marcado de nuevo por un confuso vodevil protagonizado por ese histórico capo peronista llamado José Ángel Fernández Villa. 
http://www.elconfidencial.com/espana/2016-11-27/jose-angel-fernandez-villa_1295236/


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